Aunque hoy vemos el planeta enano Ceres como un mundo frío y rocoso que flota silenciosamente en el cinturón principal de asteroides entre Marte y Júpiter, los últimos descubrimientos científicos basados en datos de una misión de la NASA pintan un pasado considerablemente diferente y más dinámico. Nuevas investigaciones indican que este objeto espacial, el más grande de su vecindario, pudo haber poseído alguna vez una fuente de energía profunda y duradera, un ingrediente clave que podría haber mantenido condiciones adecuadas para la vida. Aunque no hay evidencia directa de la existencia de microorganismos, estos hallazgos respaldan firmemente las teorías de que Ceres pudo haber sido habitable para formas de vida unicelulares en su pasado lejano.
La búsqueda de la receta de la vida
La búsqueda de vida más allá de la Tierra se guía por la búsqueda de tres elementos clave que consideramos esenciales. El primero es, por supuesto, el agua líquida, el disolvente universal que permite las reacciones químicas necesarias para la biología. El segundo son las moléculas orgánicas, compuestos complejos a base de carbono que forman los componentes básicos de la vida tal como la conocemos. El tercero, a menudo pasado por alto pero igualmente crucial, es una fuente de energía que los organismos vivos podrían utilizar para mantener su metabolismo. El estudio más reciente, publicado ayer en la revista Science Advances, arroja nueva luz precisamente sobre este tercer elemento en Ceres, sugiriendo que allí existió una fuente estable de "alimento" para microbios potenciales.
Un océano oculto bajo una corteza helada
La historia de la posible habitabilidad de Ceres comenzó gracias a los datos revolucionarios recopilados por la nave espacial Dawn de la NASA. La misión, que finalizó en 2018 después de quedarse sin combustible, llevó a cabo investigaciones detalladas de este planeta enano. Uno de los descubrimientos más espectaculares fueron las manchas extremadamente brillantes y reflectantes en su superficie, particularly dentro del cráter Occator. Un análisis detallado mostró que se trata de depósitos de sal, predominantemente carbonato de sodio, que quedaron después de que el líquido del interior brotara a la superficie y se evaporara en el vacío del espacio.
Este fue un claro indicador de la existencia de líquido bajo la superficie. Investigaciones posteriores, publicadas en 2020, confirmaron que debajo de la corteza helada de Ceres se encuentra un enorme reservorio de agua salada, o salmuera. Este descubrimiento confirmó la presencia del primer ingrediente clave para la vida: el agua líquida. Ceres se unió así al exclusivo club de cuerpos celestes en nuestro Sistema Solar, como la luna de Júpiter Europa y la luna de Saturno Encélado, de los que se cree que esconden océanos bajo sus superficies heladas.
Los componentes básicos de la vida y un antiguo motor energético
La misión Dawn no se detuvo en el descubrimiento de agua. Los instrumentos de la nave espacial también detectaron la presencia de materiales orgánicos en la superficie de Ceres. Se trata de moléculas basadas en carbono, que son absolutamente necesarias para la formación de la vida. Aunque no son una prueba de vida en sí mismas, su presencia confirmó que Ceres también tenía el segundo ingrediente clave de la receta para la habitabilidad. Así, dos de los tres elementos fueron confirmados, pero la cuestión de la fuente de energía quedó abierta.
El estudio más reciente ofrece finalmente una respuesta a esa pregunta. Un equipo de científicos creó sofisticados modelos térmicos y químicos para simular las condiciones dentro de Ceres a lo largo de miles de millones de años. Sus resultados muestran que hace aproximadamente 2.5 a 4 mil millones de años, el núcleo rocoso de Ceres era significativamente más cálido que hoy. El calor provenía de la desintegración de elementos radiactivos dentro de las rocas, un proceso conocido como calentamiento radiogénico, que era común en las primeras etapas de la formación del Sistema Solar.
Este calor interno impulsó un proceso similar al que vemos en la Tierra en las fuentes hidrotermales del fondo oceánico. El agua caliente, enriquecida con gases disueltos y minerales del núcleo rocoso, viajaba hacia arriba y se mezclaba con el agua más fría del océano subterráneo. Este proceso, conocido como metamorfismo de rocas, liberaba moléculas como el metano y el dióxido de carbono, potentes fuentes de energía química.
“En la Tierra, cuando el agua caliente de las profundidades se mezcla con el océano, el resultado es a menudo un verdadero bufé para los microbios: un festín de energía química”, explicó Sam Courville, autor principal del estudio. En otras palabras, el antiguo Ceres podría haber tenido un suministro constante de fluidos hidrotermales que abastecían de nutrientes a su océano subterráneo, creando así un entorno potencialmente habitable independiente de la luz solar.
Una ventana al pasado y una comparación con otros mundos
Hoy en día, es probable que Ceres sea demasiado frío para albergar vida. Su motor radiactivo interno se enfrió con el tiempo, y el líquido restante se volvió muy concentrado y salado. El período de mayor potencial de habitabilidad fue en su "juventud", aproximadamente entre quinientos millones y dos mil millones de años después de su formación, cuando el núcleo rocoso alcanzó su pico de temperatura. Este fue el momento en que el flujo de fluidos cálidos y ricos en energía hacia el océano subterráneo fue más intenso.
A diferencia de lunas como Europa y Encélado, que todavía tienen océanos activos hoy en día gracias a las fuerzas gravitacionales de sus planetas anfitriones (Júpiter y Saturno) que las "amasan" constantemente y, por lo tanto, las calientan desde dentro, Ceres no tiene ese lujo. Su fuente de calor era exclusivamente interna y limitada en el tiempo. Por eso, su ventana de habitabilidad se situó en el pasado lejano.
Sin embargo, este descubrimiento tiene enormes implicaciones para la búsqueda de vida. Sugiere que muchos otros cuerpos helados de tamaño similar (Ceres tiene un diámetro de unos 940 kilómetros) en todo el Sistema Solar exterior, que no tienen un calentamiento significativo causado por la gravedad planetaria, también pueden tener un pasado similar. Quizás ellos también, en algún momento de su historia, tuvieron océanos cálidos y químicamente ricos ocultos bajo el hielo, ofreciendo una oportunidad para que surgiera la vida. Esto amplía drásticamente la lista de lugares donde podríamos buscar rastros de vida antigua, demostrando que incluso los planetas enanos solitarios en el cinturón de asteroides pueden esconder secretos sorprendentes.
Hora de creación: 6 horas antes