La epilepsia representa uno de los trastornos neurológicos más comunes en el mundo, afectando a millones de personas e impactando profundamente en su calidad de vida. Se caracteriza por ráfagas súbitas e incontroladas de actividad eléctrica en el cerebro que resultan en ataques epilépticos. Estos ataques pueden manifestarse de diversas maneras, desde breves interrupciones de la conciencia hasta fuertes convulsiones que pueden llevar a la pérdida del conocimiento y la consiguiente desorientación. Vivir con epilepsia conlleva desafíos diarios; actividades comunes como cocinar, conducir un automóvil o incluso nadar pueden volverse peligrosas, poniendo al individuo y a su entorno en un riesgo constante.
Aunque la medicina moderna ofrece una amplia gama de una treintena de fármacos antiepilépticos, nos enfrentamos al hecho desolador de que aproximadamente un tercio de los pacientes no logra un control total de las crisis. Este grupo de pacientes, conocido como farmacorresistente, vive en una incertidumbre constante, preguntándose cuándo ocurrirá el próximo ataque. Precisamente para ellos, los avances en neurocirugía y en la tecnología de dispositivos implantables abren nuevas puertas de esperanza y ofrecen la posibilidad de una vida sin ataques.
¿Por qué a veces fracasa la terapia farmacológica estándar?
Una de las razones sorprendentes, pero clave, por las que los fármacos antiepilépticos no funcionan es la posibilidad de un diagnóstico erróneo. Las estadísticas de los centros especializados en epilepsia muestran que un número significativo de pacientes derivados para el tratamiento de la epilepsia farmacorresistente en realidad no padecen esa afección. Un diagnóstico preciso, que a menudo incluye monitorización con video-EEG durante varios días en un entorno hospitalario, es crucial para diferenciar las verdaderas crisis epilépticas de otras afecciones. El diagnóstico erróneo más común son las crisis no epilépticas psicógenas (CNEP), que ocurren en aproximadamente el 25% de los pacientes en centros especializados. Aunque en apariencia pueden imitar las crisis epilépticas, las CNEP tienen raíces psicológicas, a menudo relacionadas con experiencias traumáticas previas, y requieren un enfoque de tratamiento completamente diferente que no incluye antiepilépticos.
Otra razón del fracaso de la terapia reside en la intolerancia a los medicamentos. Los antiepilépticos actúan reduciendo la excitabilidad de las células nerviosas del cerebro. Desafortunadamente, a menudo no distinguen entre la actividad eléctrica anormal que causa las crisis y la actividad cerebral normal necesaria para pensar, memorizar y sentir. La consecuencia son efectos secundarios frecuentes y debilitantes como mareos, fatiga crónica, problemas de coordinación y una sensación de "niebla cerebral". Para algunos pacientes, las dosis necesarias para controlar las crisis causan efectos secundarios tan graves que la continuación de la terapia es insostenible. Finalmente, en un cierto número de pacientes, los mecanismos por los que los medicamentos simplemente no funcionan siguen sin estar claros, lo que indica la complejidad e individualidad de este trastorno neurológico.
El tratamiento quirúrgico como alternativa
Cuando los pacientes prueban varios medicamentos diferentes sin éxito, la probabilidad de que el siguiente medicamento les ayude cae drásticamente a menos del 1%. En ese momento, el tratamiento quirúrgico se convierte no solo en una opción, sino en el camino más eficaz hacia una vida sin crisis. Un enfoque quirúrgico puede ofrecer hasta un 80% de posibilidades de control total de las crisis, lo que representa una enorme diferencia en el resultado y la calidad de vida. Es importante destacar que la cirugía no significa necesariamente el cese inmediato de la medicación. Los pacientes que permanecen un año sin crisis después de la cirugía pueden, de acuerdo con su médico, comenzar una reducción gradual de la dosis, pero algunos seguirán necesitando terapia farmacológica a largo plazo, aunque a menudo en dosis más bajas y con menos efectos secundarios.
Métodos quirúrgicos avanzados
Para aproximadamente el 60% de los pacientes cuyas crisis se originan en una única área bien definida del cerebro (epilepsia focal), existen varias opciones quirúrgicas. La cirugía resectiva clásica implica un procedimiento abierto en el que se extrae cuidadosamente el tejido cerebral identificado como el origen de las crisis. Este procedimiento se realiza con la ayuda de técnicas avanzadas de mapeo cerebral para minimizar el riesgo de dañar funciones clave como el habla o el movimiento.
Para las crisis que se originan en partes profundas o de difícil acceso del cerebro, se utiliza una técnica mínimamente invasiva conocida como terapia térmica intersticial con láser (LITT). A través de una pequeña incisión en el cuero cabelludo y un diminuto orificio en el cráneo, el cirujano inserta una sonda láser guiada por resonancia magnética (IRM) en tiempo real. El calor del láser destruye con precisión el tejido anormal, causando un trauma mínimo en el tejido sano circundante y permitiendo una recuperación mucho más rápida del paciente.
Dispositivos implantables: La neuroestimulación como futuro del tratamiento
Para los pacientes que no son candidatos a la cirugía resectiva, la tecnología de neuroestimuladores implantables ofrece un enfoque revolucionario. Estos dispositivos, a menudo llamados "marcapasos para el cerebro", administran impulsos eléctricos para modular la actividad cerebral y prevenir las crisis.
Neuroestimulación receptiva (RNS): Este dispositivo inteligente es un sistema de bucle cerrado que monitoriza continuamente la actividad eléctrica del cerebro a través de electrodos implantados directamente en el origen de las crisis. Cuando detecta patrones que preceden a una crisis, el sistema RNS administra automáticamente un impulso eléctrico breve e imperceptible para interrumpir la actividad anormal antes de que la crisis se desarrolle. Además de su función terapéutica, el dispositivo recopila datos invaluables sobre la actividad cerebral del paciente, lo que permite a los médicos optimizar la terapia con el tiempo.
Estimulación cerebral profunda (DBS): La DBS funciona según un principio diferente. En lugar de reaccionar al inicio de una crisis, este sistema proporciona una estimulación eléctrica continua o intermitente a estructuras cerebrales profundas, como el tálamo, para reducir la excitabilidad general de las redes cerebrales y, por lo tanto, disminuir la frecuencia y la intensidad de las crisis. Esta técnica ya se utiliza con éxito en el tratamiento de otros trastornos neurológicos como la enfermedad de Parkinson.
Estimulación del nervio vago (VNS): Siendo la más antigua de estas tres técnicas, la VNS no requiere cirugía cerebral. Se implanta un pequeño generador, similar a un marcapasos cardíaco, en el pecho, y un cable delgado se enrolla alrededor del nervio vago en el cuello. El dispositivo envía señales eléctricas regulares y suaves al cerebro a través de este nervio, lo que ayuda a estabilizar la actividad cerebral. La VNS es el único de estos dispositivos aprobado para su uso en niños y representa una opción importante para una amplia gama de pacientes.
Investigaciones que superan los límites
El campo del tratamiento de la epilepsia está en constante evolución, y las investigaciones clínicas actuales prometen resultados aún mejores. Uno de estos ensayos está utilizando el sistema RNS para tratar a pacientes con crisis generalizadas, que afectan a ambos hemisferios cerebrales simultáneamente. Los datos preliminares muestran resultados clínicamente significativos. Otro ensayo importante se centra en niños y adultos con el síndrome de Lennox-Gastaut (SLG), una forma grave y rara de epilepsia que a menudo comienza en la primera infancia y es resistente a la mayoría de las terapias.
Un desarrollo especialmente emocionante es un proyecto que utiliza datos a largo plazo recopilados por dispositivos RNS para predecir la probabilidad de una crisis en las próximas 24 horas. Se ha desarrollado una aplicación para teléfonos inteligentes que ofrece a los pacientes una evaluación del riesgo de crisis para ese día, de forma similar a como un pronóstico del tiempo predice la probabilidad de lluvia. Aunque no puede ofrecer una garantía absoluta, las encuestas muestran que los pacientes valoran enormemente la posibilidad de saber de antemano qué esperar, lo que les permite planificar mejor sus actividades y les proporciona una sensación de control sobre su propia condición.
El cambio de vida tras lograr el control de las crisis
Alcanzar la libertad de las crisis abre un mundo de posibilidades que a muchos pacientes se les había negado. No es solo una cuestión de salud, sino una transformación fundamental de toda la vida. Los pacientes pueden volver a conducir, lo que les devuelve la independencia. Pueden encontrar y mantener un trabajo, lograr la estabilidad financiera y construir relaciones interpersonales significativas sin el miedo constante a tener una crisis en público. Para los pacientes que han experimentado un deterioro cognitivo debido a años de crisis, un tratamiento exitoso puede detener este proceso y, en algunos casos, incluso conducir a una mejora de las funciones cognitivas.
Aunque los procedimientos quirúrgicos y los dispositivos implantables no funcionan para todos, es crucial mantener la esperanza y ser consciente de todas las opciones disponibles. En neurología, pocas áreas ofrecen tantas posibilidades terapéuticas diferentes como la epilepsia. Siempre hay algo nuevo que se puede probar, por lo que en la lucha contra esta desafiante condición nunca se debe renunciar.
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