La creencia largamente arraigada de que el aislamiento social es uno de los factores de riesgo clave, y también un síntoma temprano de la enfermedad de Alzheimer, ha sido cuestionada por los últimos hallazgos científicos. Paradójicamente, parece que una mayor actividad social, y no el retraimiento, puede ser uno de los primeros y muy sutiles indicadores de que se están produciendo en el cerebro cambios asociados con esta enfermedad neurodegenerativa. Un extenso estudio, que analizó datos de varios cientos de miles de personas, apunta a una compleja relación entre nuestros genes, el comportamiento social y el riesgo de Alzheimer, abriendo un capítulo completamente nuevo en la comprensión de esta enfermedad.
Un descubrimiento revolucionario cambia la percepción de la enfermedad
Los científicos profundizaron en los datos genéticos y los hábitos sociales de una enorme muestra de casi medio millón de británicos, con una edad promedio de 56 años. Los resultados sorprendieron a los propios investigadores. Se demostró que las personas con un riesgo genético elevado de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, en la etapa de la vida en que los síntomas aún no se habían manifestado clínicamente, informaron de menos sensación de aislamiento. Además, participaron en un espectro más amplio de actividades sociales y describieron sus relaciones familiares como más felices en comparación con las personas con un menor riesgo genético.
Lo que resulta aún más intrigante es que no se encontraron diferencias significativas entre estos dos grupos en lo que respecta a los sentimientos de soledad, la calidad de las amistades o el apoyo emocional percibido. Parece que en las fases más tempranas, las llamadas prodrómicas, la enfermedad no anima a las personas a retraerse socialmente. Por el contrario, sus vidas sociales pueden volverse incluso más ricas y plenas, lo que contrasta totalmente con las experiencias clínicas previas con pacientes en estadios más avanzados de la enfermedad.
Posibles explicaciones del fenómeno inesperado
Surge la pregunta clave: ¿por qué un mayor riesgo de una enfermedad que destruye las funciones cognitivas conduciría a una vida social más intensa? La comunidad científica ofrece dos posibles explicaciones que no se excluyen mutuamente. La primera hipótesis sugiere que los individuos, a un nivel subconsciente, sienten cambios tempranos y sutiles en su propio funcionamiento e intensifican de forma compensatoria la interacción con los demás como una especie de mecanismo instintivo de afrontamiento. El aumento de la socialización podría ser un intento del cerebro de resistir los cambios venideros.
La segunda teoría, igualmente convincente, se centra en el entorno. Es posible que la familia y los amigos cercanos noten pequeños cambios, apenas perceptibles, en el comportamiento, el habla o la orientación de la persona, cambios de los que la propia persona no es consciente. Como respuesta, aumentan su apoyo, invitan a la persona a reuniones con más frecuencia y le prestan más atención, lo que resulta en una vida social objetivamente más rica. En este escenario, el círculo social ampliado no es una iniciativa del individuo en riesgo, sino una reacción de su entorno inmediato a las primeras señales, casi invisibles, de la enfermedad.
Reserva cognitiva y el papel de los lazos sociales
Durante años se ha destacado la importancia de crear la llamada reserva cognitiva como un mecanismo de defensa clave contra la demencia. La reserva cognitiva representa la capacidad del cerebro para resistir el daño y mantener un funcionamiento normal a pesar del envejecimiento o de procesos patológicos como los de la enfermedad de Alzheimer. Se cree que esta reserva se construye a través de la educación, actividades mentalmente desafiantes y, por supuesto, a través de interacciones sociales ricas. La conexión social estimula el cerebro, crea nuevas sinapsis y fortalece las redes neuronales existentes, retrasando así la aparición de los síntomas clínicos de la demencia.
Los nuevos hallazgos no niegan el papel protector de la conexión social. Sin embargo, indican que la relación entre la vida social y la enfermedad de Alzheimer es bidireccional y considerablemente más compleja de lo que se pensaba. Si bien una vida social activa ayuda indudablemente a construir la resiliencia del cerebro, la propia enfermedad en su etapa más temprana puede, al parecer, desencadenar paradójicamente comportamientos que conducen a un mayor compromiso social.
Los genes no son los únicos culpables: Factores sobre los que podemos influir
Aunque la genética juega un cierto papel, es importante destacar que no es decisiva. Se estima que aproximadamente un tercio de todos los casos de la enfermedad de Alzheimer se puede atribuir a los llamados factores de riesgo modificables. Estos son aspectos de nuestro estilo de vida y salud sobre los que podemos influir directamente y, por lo tanto, reducir significativamente nuestro riesgo o al menos retrasar el inicio de la enfermedad. Entre estos factores se incluyen:
- Inactividad física: El ejercicio regular promueve la circulación en el cerebro, reduce los procesos inflamatorios y fomenta el crecimiento de nuevas células nerviosas.
- Diabetes no controlada: Los altos niveles de azúcar en la sangre dañan los vasos sanguíneos, incluidos los del cerebro, y pueden contribuir a la acumulación de proteínas dañinas.
- Presión arterial alta: La hipertensión en la mediana edad aumenta significativamente el riesgo de demencia en años posteriores porque daña la delicada red de capilares en el cerebro.
- Mala calidad del sueño: Durante el sueño profundo, el cerebro se limpia de toxinas, incluido el beta-amiloide, la proteína que forma las placas características de la enfermedad de Alzheimer. La privación crónica del sueño interrumpe este proceso clave.
- Depresión: Aunque la conexión no se comprende del todo, la depresión crónica se asocia con estados inflamatorios y cambios en la estructura cerebral que pueden aumentar la susceptibilidad a la demencia.
- Fumar: Fumar daña los vasos sanguíneos e introduce numerosas toxinas en el organismo, aumentando el estrés oxidativo que daña las células cerebrales.
- Ciertos medicamentos: El uso a largo plazo de algunos medicamentos, como ciertos tipos de ansiolíticos y anticolinérgicos, se asocia con un mayor riesgo.
Reconocer las señales más tempranas: Más que el olvido
Centrarse en los cambios en la vida social es útil, pero también es importante conocer otras señales tempranas de la enfermedad de Alzheimer que a menudo se pasan por alto o se atribuyen al envejecimiento normal. El olvido clásico, especialmente el que se refiere a eventos recientes, sigue siendo un síntoma clave. Pero también hay indicadores más sutiles:
- Dificultad para planificar y resolver problemas: Problemas para seguir recetas, gestionar las finanzas del hogar o realizar tareas que requieren varios pasos.
- Problemas para realizar tareas familiares: Una persona puede tener dificultades para ir a un lugar conocido, recordar las reglas de un juego favorito o usar electrodomésticos.
- Confusión con el tiempo y el lugar: Perder la noción de las fechas, las estaciones y el paso del tiempo. A veces, una persona puede olvidar dónde está o cómo llegó allí.
- Nuevos problemas con las palabras al hablar o escribir: Dificultad para seguir o unirse a una conversación, detenerse en medio de una oración o luchar por encontrar la palabra correcta (p. ej., "esa cosa para escribir" en lugar de "bolígrafo").
- Colocar cosas en lugares inusuales: Perder objetos con frecuencia y no poder reconstruir los pasos para encontrarlos, a veces acusando a otros de robo.
- Cambios en el estado de ánimo y la personalidad: Las personas pueden volverse confundidas, suspicaces, deprimidas, temerosas o ansiosas. Pueden enfadarse fácilmente, tanto en casa como fuera de un entorno familiar.
Comprender que la enfermedad de Alzheimer puede comenzar con una expansión inesperada del círculo social, y no solo con el retraimiento, proporciona una imagen nueva y más compleja de esta enfermedad. Esto subraya la importancia de prestar atención a todos los cambios en el comportamiento y los hábitos de nuestros seres queridos, incluso a aquellos que a primera vista parecen positivos.
Fuente: University of California
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Hora de creación: 7 horas antes