Las profundas dificultades económicas y sociales actuales de Haití, un país cuya historia está escrita con sufrimiento y lucha, a menudo se observan a través del prisma de la gloriosa, pero también sangrienta, revolución de finales del siglo XVIII. Sin embargo, para comprender verdaderamente las raíces de la situación actual, es necesario ahondar en el pasado, en un tiempo en que los cimientos del destino económico haitiano fueron cimentados, mucho antes de que los esclavos se levantaran en rebelión. La historia nos lleva al París de principios del siglo XVIII, una época de burbujas financieras y expansión colonial, y en su centro se encuentran la corona francesa cargada de deudas y un controvertido financiero escocés llamado John Law.
Este período, que el historiador del MIT Malick Ghachem ha explorado en detalle en su nuevo libro "The Colony and the Company: Haiti after the Mississippi Bubble", es clave para entender cómo Haití, entonces conocido como Saint-Domingue, se vio inextricablemente enredado en una red de relaciones deudor-acreedor de la que, al parecer, nunca ha logrado escapar por completo. Fueron precisamente los años 20 del siglo XVIII, argumenta Ghachem, el período en el que estas relaciones se cristalizaron, sentando las bases para los siglos venideros.
Francia endeudada y un visionario escocés
Tras la muerte de Luis XIV en 1715, Francia se encontraba al borde de la bancarrota. Las décadas de costosas guerras libradas por el "Rey Sol" habían dejado las arcas del estado completamente vacías, y las deudas eran astronómicas. En una situación tan desesperada, el regente Felipe II, duque de Orleans, estaba dispuesto a escuchar incluso las propuestas más radicales. Entra en escena John Law, un carismático escocés, matemático, jugador y asesino convicto que había escapado de prisión. Law tenía una visión revolucionaria para su época: propuso sustituir el dinero metálico (oro y plata) por papel moneda, argumentando que esto estimularía el comercio y reactivaría la maltrecha economía francesa.
Su sistema, conocido como el "Sistema de Law", constaba de dos pilares clave. El primero fue la creación del Banque Générale (más tarde Banque Royale), el primer banco central de Francia que emitía billetes de papel. El segundo pilar, aún más importante, fue la Compañía de Occidente, más conocida como la Compañía del Misisipi. A esta compañía privada la corona le otorgó el monopolio total sobre el comercio y el desarrollo del vasto territorio francés de Luisiana en América del Norte. La idea era simple: las deudas del estado se convertirían en acciones de esta prometedora compañía de ultramar, trasladando así la carga de la deuda a los inversores privados y aliviando al estado.
La burbuja del Misisipi
Law era un maestro del marketing. Comenzó a difundir historias increíbles sobre las riquezas de Luisiana, describiéndola como una tierra llena de oro, plata y piedras preciosas, aunque en realidad era un territorio salvaje, en gran parte sin desarrollar y pantanoso. Pero en una atmósfera de depresión económica, la gente estaba ávida de buenas noticias y ganancias rápidas. Comenzó una fiebre sin precedentes por las acciones de la Compañía del Misisipi. El precio de las acciones se disparó. La calle Quincampoix de París se convirtió en el epicentro de la fiebre especulativa, donde personas de todas las clases sociales –desde nobles hasta sirvientes– compraban y vendían acciones, y algunos se hicieron ricos de la noche a la mañana. Se dice que fue en este período cuando se acuñó el término "millonario".
Sin embargo, todo el sistema se basaba en la confianza y las promesas, no en un valor real. Cuando los primeros inversores, más astutos, se dieron cuenta de que la compañía no generaba ni de lejos tantos beneficios como se había prometido, comenzaron a vender sus acciones y a exigir el pago en oro. Esto desencadenó una avalancha. El pánico se extendió, todos querían cambiar sus billetes de papel y acciones por dinero real, del cual el banco, por supuesto, no tenía suficiente. En el período de 1719 a 1720, la "Burbuja del Misisipi" (Mississippi Bubble) estalló espectacularmente. Miles de personas perdieron sus ahorros, Law perdió su fortuna y se vio obligado a huir de Francia, y la economía francesa quedó sumida en el caos. Pero aunque el experimento financiero en París fracasó, sus consecuencias se sintieron a miles de kilómetros de distancia, en la isla caribeña de La Española.
La transformación de Saint-Domingue: De colonia olvidada a fábrica de azúcar
Mientras en París se desataba la locura especulativa, la Compañía del Misisipi, en una búsqueda desesperada de cualquier fuente de ingresos para justificar el valor de sus acciones, dirigió su mirada hacia sus posesiones en el Caribe. Haití, entonces la colonia francesa de Saint-Domingue, había sido hasta finales del siglo XVII un lugar relativamente abandonado, un refugio de piratas y bucaneros, con escasos asentamientos y un futuro incierto. Sin embargo, el sistema de Law y la necesidad de beneficios actuaron como catalizadores de lo que se conoce como la "revolución del azúcar".
El potencial de la isla para el cultivo de la caña de azúcar, un producto extremadamente demandado y caro en Europa, fue reconocido como la clave para obtener beneficios. La compañía, junto con la corona francesa, comenzó a incentivar y financiar masivamente el establecimiento de plantaciones de azúcar. Esta transformación requería enormes cantidades de mano de obra. La solución se encontró en el brutal comercio transatlántico de esclavos. Decenas, y luego cientos de miles de africanos, secuestrados de sus hogares, fueron llevados por la fuerza a Saint-Domingue para trabajar en condiciones infrahumanas en las plantaciones. En solo unas pocas décadas, la colonia se convirtió en un centro mundial de producción de azúcar y, más tarde, de café. Se convirtió en la colonia más rentable del mundo, conocida como la "Perla de las Antillas", aportando una riqueza inimaginable a la élite francesa y a la corona. Este "éxito", como señala Ghachem, era inseparable del sistema de explotación y violencia extremas que sentó las bases de los problemas futuros.
Una sociedad compleja y resistencias internas
La sociedad que surgió en Saint-Domingue era extremadamente compleja y estaba plagada de tensiones. En la cima estaban los grands blancs, ricos terratenientes blancos y altos funcionarios, que vivían en el lujo. Curiosamente, fueron estos mismos plantadores locales los que al principio se resistieron al control directo de la compañía de Law, pero, como escribe Ghachem, "internalizaron y privatizaron la lógica financiera y económica del Sistema contra el que se habían rebelado, convirtiéndola en un guion para gestionar la sociedad de plantadores". Por debajo de ellos estaban los petits blancs, blancos más pobres: artesanos, capataces y soldados. También había una creciente población de personas libres de ascendencia africana (affranchis), algunos de los cuales se convirtieron ellos mismos en propietarios de esclavos, creando una capa adicional de complejidad social.
En el fondo, constituyendo la inmensa mayoría de la población, estaban los africanos esclavizados. La vida en las plantaciones era sinónimo de una crueldad indescriptible, trabajo agotador y una alta tasa de mortalidad. Sin embargo, la resistencia era constante. Una de las formas más significativas de resistencia fue la formación de comunidades cimarronas. Eran asentamientos fundados por esclavos fugitivos en las zonas montañosas e inaccesibles de la isla, creando sus propias comunidades y cultura y llevando a cabo ataques ocasionales a las plantaciones. En este entorno complejo y violento también operaban misioneros jesuitas y se asentaron mujeres europeas en un intento de estabilizar la colonia. No obstante, la vida estaba definida por la violencia, la inestabilidad civil y una falta casi total de alternativas económicas fuera del sistema de plantaciones.
Las raíces del problema son más profundas que la revolución
En los debates contemporáneos sobre Haití, a menudo se cita la propia Revolución Haitiana (1789–1804) como la causa principal de su pobreza, disfunción política y violencia. Esta teoría sugiere que la destrucción del sistema de plantaciones y la violenta adquisición de la independencia condenaron al estado al fracaso. Malick Ghachem se opone firmemente a esta visión. Sostiene que tal pensamiento es erróneo porque ignora un problema estructural más profundo que existía mucho antes de la revolución. "Es un problema más antiguo que se remonta a la relación de Haití con Francia a finales del siglo XVII y principios del XVIII", dice Ghachem. "Los términos de la subordinación de Haití ya estaban establecidos".
El modelo económico que se estableció en la era de la "revolución del azúcar" era exclusivamente extractivo, diseñado para exprimir la máxima riqueza de la tierra y de las personas esclavizadas para el beneficio de una metrópoli lejana. Toda la infraestructura, las relaciones sociales y el lugar de Haití en la economía global se definieron por esa lógica. La revolución, según Ghachem, rompió los grilletes políticos de la esclavitud, pero no cambió estas condiciones económicas fundamentales. De hecho, el problema se complicó aún más por la reacción de Francia y del resto del mundo. La famosa indemnización de 1825, que el Haití independiente se vio obligado a pagar a Francia por la "pérdida de propiedad" (incluidos los antiguos esclavos), es solo el ejemplo más famoso de cómo esta subordinación económica continuó incluso después de la independencia. Esta indemnización asfixió la economía haitiana durante décadas. Por lo tanto, la historia de la "Burbuja del Misisipi" no es solo una nota a pie de página en la historia de las finanzas; es una parte clave de la historia de cómo, siglos antes de las crisis actuales, se sentaron las bases de una estructura económica que todavía hoy pesa sobre Haití.
Hora de creación: 22 agosto, 2025