En un trabajo científico recién publicado en la revista Nature Communications el 9 de diciembre de 2025, un equipo internacional liderado por investigadores del MIT y colaboradores del Parque Arqueológico de Pompeya presenta una de las visiones más completas sobre cómo construían realmente los romanos: no según escasos indicios arqueológicos o una reformulación posterior de textos antiguos, sino basándose en una obra de construcción "congelada" detenida por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. La casa en la Regio IX (Domus IX 10, 1) fue descubierta en el momento de los trabajos: muros en diferentes fases de ejecución, montones de materias primas secas, mezclas listas, herramientas y —crucial para la ciencia de materiales— morteros en los que están escritos los rastros de las técnicas de mezcla y de las reacciones que daban al mortero una durabilidad excepcional. Este hallazgo no solo complementa las descripciones de Vitruvio, sino que confirma tangiblemente que los constructores romanos aplicaban el llamado "mezclado en caliente" (hot mixing) con cal viva, un procedimiento que, además de la velocidad de colocación, tenía otra consecuencia: la autorreparación de grietas décadas y siglos después de la construcción.
Obra atrapada en el momento antes de la catástrofe
A diferencia de la mayoría de los sitios arqueológicos donde se encuentran fragmentos —por ejemplo, hornos de cal separados, ánforas rotas esparcidas con restos de yeso o fosas aisladas para el apagado de cal— aquí se trata de un espacio de trabajo completo. Dos habitaciones (designadas como habitaciones 2 y 14) contenían montones de materias primas claramente separados: cenizas puzolánicas secas y material piroclástico, trozos de tobas tefríticas y otras tobas volcánicas (caementa), así como compuestos secos mezclados listos para la adición de agua inmediatamente antes de la colocación. Cerca también se catalogaron herramientas y pesas de medición —rastros de la vida cotidiana en la obra— mientras que los muros, algunos ya cerrados, otros todavía en el "encofrado" del primer siglo, ofrecían una sección transversal ideal a través de las capas de un muro romano.
Los investigadores muestrearon tres grupos de materiales: (1) muros ejecutados anteriormente, completamente endurecidos; (2) muros en proceso de albañilería; y (3) mezclas secas inmediatas sin agua. Esta tipología permitió una correlación entre la composición de las materias primas, el proceso de mezcla in situ y la microestructura resultante del mortero endurecido. Gracias a tal "triángulo de pruebas", el trabajo documenta la cadena completa del proceso de trabajo romano, desde la logística del almacenamiento y el tamizado hasta la química que permite la reactividad posterior del mortero.
"Mezclado en caliente" y clastos de cal: una receta para la longevidad
La clave de la durabilidad superior a la media del hormigón romano (opus caementicium) no está solo en el uso de puzolana y agregado volcánico. Los análisis de Pompeya muestran que los trabajadores premezclaron en seco la cal viva (CaO) con el componente puzolánico inmediatamente antes de la colocación, y luego añadieron agua. Esa secuencia desencadena una fuerte hidratación exotérmica de la cal —elevando localmente la temperatura de la mezcla hasta varios cientos de grados Celsius— que, junto con un enfriamiento rápido y condiciones específicas de humedad en los poros, conduce a la conservación de "islas" blancas de cal, los llamados clastos de cal. En la interpretación tradicional, eran considerados defectos o "reliquias" de una mezcla insuficientemente homogénea; hoy, por el contrario, se reconocen como un núcleo funcional que permanece parcialmente reactivo durante décadas.
Cuando el agua penetra más tarde en las microgrietas y poros —a través de precipitaciones, humedad capilar e incluso por vibraciones mecánicas— disuelve el calcio de estos clastos y lo moviliza hacia la grieta. En el límite con los granos puzolánicos, precipitan nuevas fases de hidratos de silicato-aluminato de calcio (C-A-S-H), y simultáneamente se forman polimorfos de carbonato de calcio, desde formas amorfas hasta cristalinas como calcita y aragonito. En Pompeya se han documentado con precisión los llamados "bordes de reacción" alrededor de los agregados volcánicos —zonas de remodelación de la interfaz matriz/agregado— como un mapa mineral del movimiento de iones a través del tiempo. Esta es una narrativa completamente diferente a las suposiciones de que los morteros romanos estaban químicamente "muertos" después del fraguado.
Reconstrucción del flujo de trabajo romano
La imagen arqueológica y la química analítica coinciden en una serie de pasos: preparación seca de la mezcla (cal + puzolana), luego adición de agua inmediatamente antes de la colocación, tras lo cual sigue la colocación en capas con trozos más grandes de piedra o cerámica rota (caementa) entre los listones del encofrado. Debido a la hidratación caliente, parte de la cal no logra pasar completamente a Ca(OH)2, sino que permanece como un núcleo alrededor del cual luego tendrán lugar reacciones secundarias. En un entorno abundante en fases de silicato y aluminato de cenizas y tobas volcánicas, esa "duración de la química" es en realidad el lema que explica la resistencia de siglos de los muros en arcos, bóvedas y cúpulas.
En Pompeya, adicionalmente, se encontraron herramientas de albañilería y recipientes que sugieren que el apagado de cal en grandes fosas no era necesariamente la regla. Vitruvio en De architectura describe la práctica de la cal "apagada" (calx restincta), pero la cronología y la tradición local podían cambiar, especialmente en la reconstrucción post-sísmica después del terremoto del año 62. En la Domus IX 10, 1 encontramos ante todo una logística adaptada a la velocidad: montones secos de mezclas estandarizadas, listos para la "activación" con agua y la colocación inmediata.
Qué dicen los microscopios y espectrómetros
El análisis del equipo abarcó métodos multiescala: microscopía óptica y electrónica, difracción de rayos X y espectroscopías para el mapeo de fases. Se prestó especial atención al límite entre las tobas vítreas y la matriz del mortero. Precisamente allí se registraron "bordes" concéntricos enriquecidos con calcio y silicatos: prueba de que el calcio móvil de los clastos de cal llegó a los agregados e hizo "el trabajo" de la química de unión secundaria allí. En ciertas zonas también se registraron polimorfos de CaCO3 (calcita, aragonito) que a menudo "cicatrizan" las microgrietas llenándolas con nuevos depósitos. En la literatura más antigua, esto a veces se atribuía exclusivamente a infiltraciones de la era moderna; la comparación de tres grupos de muestras en este trabajo desmiente eso y vincula cronológicamente el proceso a la fase temprana y media de la "vida" del mortero.
Desde el lado químico, esto es una confirmación del concepto de "autorreparación" que fue demostrado en 2023 en analogías modernas en muestras de hormigón formuladas según el modelo romano. En experimentos donde el mortero fue dañado intencionalmente, las versiones con adición de cal rápida y "mezclado en caliente" mostraban cierre de grietas y restauración de la impermeabilidad, mientras que las muestras de control con cal apagada clásicamente permanecían con grietas abiertas. Las muestras pompeyanas dan la prueba arqueológico-material de que tal funcionalidad no es un truco de laboratorio, sino una característica real de la tecnología original.
Implicaciones: conservación del patrimonio y hormigón de baja huella de carbono
¿Por qué es importante esto hoy? Primero, el aspecto de conservación: los revoques de restauración y las mezclas de inyección que imitan la química romana podrían ser más compatibles con los originales, reduciendo el riesgo de interacciones dañinas y prolongando la vida del patrimonio. Segundo, el aspecto climático: el hormigón de cemento Portland es responsable de una parte significativa de las emisiones globales de CO2. Si parte de la funcionalidad —por ejemplo, la autorreparación de microgrietas y la reactividad post-puzolánica a largo plazo— se puede lograr con una menor cantidad de clínker y puzolanas seleccionadas, se abre espacio para mezclas con menos carbono con una vida útil más larga. No se trata de un regreso romántico al "hormigón romano", sino de la traducción de principios a sistemas estandarizados adaptados a las regulaciones de hoy.
Pompeya ofrece en este sentido más que un "estudio de caso". En los últimos años, el Parque ha abierto gradualmente nuevos sitios y visitas a través de excavaciones activas en la Regio IX, permitiendo documentar contextos que antes estaban fuera de alcance. Junto a este trabajo, hallazgos paralelos —por ejemplo, complejos termales privados más grandes— recuerdan que las técnicas de construcción eran diversas y socialmente "conectadas en red" con la vida diaria, las representaciones políticas y los intereses económicos de las élites de la ciudad.
Qué cambia en los libros de texto de historia de la construcción
El mayor cambio concierne a la comprensión de la fuente de nuestro conocimiento. Vitruvio y Plinio son clave, pero no son una enciclopedia de todas las prácticas locales. La construcción romana era un "ecosistema": la velocidad de reconstrucción tras el terremoto del 62, la disponibilidad de materias primas, los ritmos de trabajo y la logística de reutilización de cerámica y piedra conducían todos hacia elecciones sostenibles y pragmáticas. El "mezclado en caliente" en ese paisaje es más que un detalle exótico: es un compromiso operativo entre productividad, durabilidad y la tecnología de entonces para lidiar con la humedad y las grietas en el muro. Por lo tanto, es erróneo interpretarlo como un "error" o una "mala homogeneización"; por el contrario, en Pompeya vemos que se trata de una estrategia deliberada.
Arqueología del proceso, no solo del producto
La obra de construcción pompeyana permite leer la arqueología como "forense del proceso". Los montones de materiales están dispuestos de modo que las mezclas secas se encuentran más cerca del lugar de albañilería —cal ya en contacto con ceniza, pero sin agua— mientras que los trozos más grandes de piedra y cerámica rota están dispuestos para una inserción rápida. Una vez que se añade agua, el reloj químico comienza a correr: la mezcla se calienta, la viscosidad cambia y el mortero gana una trabajabilidad adecuada para la colocación en capas. Debido a ese calor y la deshidratación parcial a micro-nivel, parte de la cal permanece "protegida" de la disolución completa y se convierte en un reservorio de calcio a largo plazo. Cuando el muro se encuentra con la lluvia, la condensación o la capilaridad, ese reservorio se activa y "alimenta" nuevas fases que sostienen los puentes sobre las grietas y microporos.
Precisamente estos detalles —la secuencia, la proximidad de los montones, la disposición de las herramientas— a menudo faltaban en las interpretaciones más antiguas. El resultado era a menudo un anacronismo: apagado de cal como regla universal, negligencia de las presiones temporales de la obra o reducción del componente puzolánico a "polvo gris". Pompeya nos permite corregir ese esquema y reemplazarlo con una imagen dinámica en la que la logística, la química y la práctica se unen en un flujo de trabajo único.
Bordes de reacción como "huella dactilar diagnóstica"
Para los científicos de materiales, quizás lo más intrigante son los llamados bordes de reacción (reaction rims) alrededor de un fragmento de agregado volcánico. Se trata de zonas en las que la matriz del mortero ha sufrido a lo largo del tiempo una mineralización secundaria: a partir de soluciones enriquecidas con calcio que llegaban de los clastos de cal. En Pompeya, estos bordes son multicapa: en algunos casos las fases amorfas pasan a cristalinas, y las variaciones espaciales apuntan a condiciones cíclicas de humectación y secado. Estas "huellas" permiten leer desde la microestructura las macro-condiciones del ambiente, e incluso los regímenes de uso del espacio. Por ejemplo, los muros más expuestos a la humedad de las precipitaciones pueden desarrollar zonas carbonatadas más "gruesas" que las de los espacios protegidos.
Tal "geología del muro" es una herramienta de primer orden también para los conservadores. En lugar de inyecciones genéricas, es posible diseñar mezclas que repliquen de manera selectiva el potencial químico del original. En ese sentido, los laboratorios que desarrollan hormigones "inspirados en Roma" ya llevan varios años mostrando que con una combinación de cal rápida y puzolana cuidadosamente seleccionada se puede lograr un cierre medible de grietas sin aditivos adhesivos externos. Los hallazgos pompeyanos dan a esa dirección una verificación histórica.
La imagen más amplia: del Panteón a la infraestructura urbana del siglo XXI
A menudo, la explicación popular del hormigón romano se reduce a un "ingrediente secreto" y a la mención del Panteón. Nuevos datos muestran que el "secreto" no está en una sustancia, sino en una combinación de procedimientos y en la arquitectura del proceso. Los romanos reciclaban hasta el agotamiento: cerámica rota y piedra volvían al muro; las mezclas secas se preparaban con antelación; y el agua —el detonante de la química— se añadía cuando era logísticamente más racional. Por otro lado, la construcción moderna a menudo aborda su hormigón como un "monoproducto" con una vida proyectada corta y un alto costo de carbono inicial. Si acaso, Pompeya sugiere que la longevidad no es una casualidad, sino una consecuencia diseñada del flujo de trabajo.
Esto no significa que a la "receta romana" se le deba dar acríticamente un lugar en las normas. Los estándares de seguridad, resistencia a la congelación, ataques de sal y sulfatos, así como la compatibilidad con la armadura, condicionan los sistemas modernos. Pero el principio de "química que permanece viva", emparejado con una elección adecuada de puzolanas (por ej. cenizas silíceas, tobas vítreas), puede reducir la necesidad de aglomerantes de alto clínker y dar al hormigón mecanismos internos de "perdón" de microgrietas, lo que es particularmente importante para la infraestructura expuesta a ciclos de carga y estrés ambiental.
Contextos y cronología: 62 – 79 d.C.
El trabajo llama la atención sobre el evento sísmico del 62 que desencadenó una ola de reconstrucción en Pompeya. Muchas casas y edificios públicos fueron reconstruidos en los años hasta la erupción, lo que explica por qué encontramos obras "en tiempo real". Esa cronología es también esencial para la interpretación de Vitruvio: sus descripciones son una fuente valiosa, pero describen la práctica de la República tardía y el Imperio temprano, no necesariamente lo que —debido a la presión del tiempo— se hacía en Pompeya inmediatamente antes del 79 d.C. En ese sentido, la Domus IX 10, 1 se convierte en un estudio de saber hacer local, específico del tiempo, y no una "esencia del muro romano" platónica.
Preguntas abiertas para las próximas campañas
¿Cuán extendido estaba el "mezclado en caliente" fuera de Campania? ¿Los cambios en la microestructura dependen de la mineralogía de las puzolanas locales? ¿Cómo diferían las recetas para muros, suelos y objetos hidráulicos? Y finalmente: ¿pueden los sistemas modernos "inspirados en Roma" satisfacer los requisitos de proyecto para el hormigón armado sin compromiso en la reacción álcali-sílice y la compatibilidad con la armadura de acero? Estos Pompeyas dan una hoja de ruta —pero también una tarea— a equipos interdisciplinarios que unen arqueología, ciencia de materiales e ingeniería civil.
Qué significa esto para la historia de la tecnología
Lo más valioso en este descubrimiento es el cambio de la "receta" a la "ecología de la obra". Vemos cómo la disposición de materiales y herramientas, el orden de los pasos, el ritmo de mezcla y colocación y los ecos químicos de esas decisiones forman un solo sistema. Ese sistema es robusto, ya que se apoya en la reactividad a largo plazo y en reacciones secundarias que activa el ambiente, y no en el ideal rígido de un aglomerante perfectamente homogéneo. En ese sentido, Pompeya nos enseña que la longevidad es una característica emergente del sistema, y no el resultado de un ingrediente mágico. Por eso este trabajo no es solo una noticia sobre una casa, sino una lección sobre cómo las tecnologías se vuelven sostenibles cuando sincronizan logística y química.
Para expertos de conservación e ingeniería, el beneficio es de lo más práctico: ahora existe un conjunto de muestras de referencia, fechado y contextualizado con el que se pueden calibrar métodos de museo, laboratorio y campo. Además, el carácter público de la investigación significa que es posible comparar todo —desde la disposición de los montones de materias primas hasta la mineralogía de las zonas de reacción— con otros sitios y períodos históricos. Así se abre el campo de la "arqueología comparativa de procesos" en el que se verificará qué dimensiones son universales y cuáles son adaptaciones locales. En última instancia, de esa matriz puede surgir una nueva clase de mezclas para saneamientos y para nueva construcción, ideada para durar al menos tanto como duraron los muros romanos en Campania.
Fuentes adicionales y disponibilidad en el terreno
El Parque de Pompeya ha permitido en los últimos años la visita de trabajos activos en la Regio IX, lo que ofrece a expertos y al público una visión de los procedimientos de excavación, protección e interpretación. Para aquellos que quieran entender más profundamente la ciencia detrás del "mezclado en caliente", se recomiendan trabajos que en 2023 confirmaron experimentalmente la autorreparación en mezclas inspiradas en Roma, así como resúmenes concisos en revistas dedicadas a materiales. La comparación de esos trabajos con el hallazgo pompeyano de 2025 muestra cómo una hipótesis se convierte en un modelo confirmado cuando el laboratorio y el sitio arqueológico hablan el mismo idioma: el idioma de los bordes de reacción, los clastos de cal y las transiciones de fase en los carbonatos.
En ese punto es comprensible por qué la noticia del trabajo también fue retomada por medios de divulgación científica que destacan el potencial para una infraestructura más segura y duradera. Pero para la profesión es más importante que la discusión ahora se pueda llevar a cabo sobre la base de hechos microscópica y geoquímicamente documentados con precisión, y no solo según la tradición o la autoridad del texto antiguo. Y ese es quizás el mayor valor de la Domus IX 10, 1: de ella aprendemos no solo qué hacían los romanos, sino cómo pensaban sobre el tiempo, el material y la duración.
Notas técnicas para la práctica
Para equipos de conservación e ingenieros que piensan en la transferencia de principios a la práctica, tres puntos son clave: (1) secuencia de mezcla —premezclado seco de cal y puzolana, y adición controlada de agua; (2) mineralogía de puzolanas —fracciones vítreas, silíceas que favorecen la reactividad a largo plazo; (3) gestión de la humedad —permitir que el sistema realmente "respire" y que el agua pueda estimular reacciones secundarias sin saturación permanente que degradaría la estructura. En analogías de laboratorio, esto significa dosificación cuidadosa, control de calor y comparaciones con muestras de referencia de Pompeya; en el terreno, esto significa proyectar detalles que introduzcan una relación "inteligente" con el agua, en lugar de una lucha por la hermeticidad total.
Esta mirada no contrapone "romano" y "moderno", sino que propone un puente: desde el proceso arqueológicamente verificado hacia las normas contemporáneas. Y aunque la cuestión de cuán resistente a iones cloruro o abrasión puede ser un sistema moderno que se apoya en principios similares permanecerá abierta por mucho tiempo, el hecho de que hoy tengamos un "aula" en la Domus IX 10, 1 hace ese puente más sólido. En última instancia, la mayor ganancia es que finalmente podemos alejarnos del dilema binario "ingrediente secreto vs. mito" y ocuparnos de lo que hizo a los romanos maestros de la durabilidad: la coreografía de materiales y tiempo.
Por qué la Domus IX 10, 1 es un caso único
Incluso en la arqueológicamente rica Pompeya rara vez encontramos una obra con un contexto tan completo: montones ordenados de mezclas secas, herramientas al alcance de la mano y muros en una serie de fases. Esa combinación permitió una atribución inusualmente clara: dónde se mezcló qué, cuándo se añadió agua, cómo procedió la colocación y dónde quedaron las "firmas" de las reacciones. Ejemplares de museo de otros sitios conservan productos; la Domus IX 10, 1 conserva el proceso. Por eso este trabajo permanecerá mucho tiempo como un punto de referencia en la literatura sobre la construcción romana, y dará a los laboratorios modernos una plataforma estable para comparaciones y validación de nuevos sistemas de hormigón más sostenibles.
En las siguientes temporadas se esperan estudios adicionales que examinarán variaciones en la composición de mezclas secas, la relación con cenizas locales y la modulación del "mezclado en caliente" dependiendo del propósito del muro. Paralelamente, grupos de ingeniería ya están probando cómo integrar mecanismos de autorreparación en sistemas estándar de hormigón armado sin compromiso respecto a la corrosión de la armadura. Así, Pompeya se convierte en un laboratorio vivo —arqueológico y tecnológico— donde el pasado y el futuro se encuentran en una lección sorprendentemente práctica sobre durabilidad.
Para visitas de campo y materiales profesionales adicionales, recomendamos las publicaciones oficiales del Parque de Pompeya, así como textos de revisión sobre la autorreparación de compuestos inspirados en Roma en revistas científicas relevantes. Quien quiera profundizar en los detalles microestructurales debe prestar atención a los mapas de zonas de reacción alrededor de tobas vítreas y al papel de los clastos de cal en la iniciación de la carbonatación secundaria: esos son "mapas" según los cuales es posible leer la historia de un muro tan precisamente como los mapas geográficos leen un paisaje.
Al final, la Domus IX 10, 1 muestra que los grandes descubrimientos no se esconden solo en edificios monumentales, sino también en habitaciones modestas llenas de montones de arena seca, ceniza y cal. En ellas se esconde la lógica de construcción que permitió a los romanos construir para siglos con "química viva".
El trabajo completo en la revista Nature Communications (9 de diciembre de 2025) ofrece métodos detallados, visualizaciones de microscopía y mapeo de fases, así como un rico suplemento de imágenes de la ubicación, valioso tanto para arqueólogos como para científicos de materiales.