Hay historias que trascienden las estadísticas turísticas habituales y se convierten en testimonio de un vínculo profundo e inquebrantable entre personas, lugares y generaciones. Una de esas historias excepcionales de lealtad y amor por una isla se ha estado escribiendo durante medio siglo en el pequeño e idílico pueblo de Ustrine en la isla de Lošinj. En el centro de esta cálida historia humana se encuentran la familia Bartl de Wolfratshausen, Baviera, y sus anfitriones, la familia Stanić, cuya amistad y confianza se transmiten de generación en generación, celebrando un jubileo de oro: 50 años de visitas ininterrumpidas.
Todo comenzó en el lejano 1975, cuando Johannes y Annelore Bartl descubrieron por primera vez los encantos del archipiélago de Cres-Lošinj. Desde entonces, cada verano sin excepción, han echado el ancla de sus vidas durante tres o cuatro semanas aquí mismo, en el alojamiento familiar de la familia Stanić. Su conexión con la isla no es solo turística; es una peregrinación a la naturaleza, al mar y a la paz que han encontrado en los rincones ocultos de este paraíso adriático. Y hoy, después de cinco décadas, llegan a la isla de la vitalidad a su manera especial: exclusivamente en su propia lancha motora, lo que les permite una total libertad para explorar las innumerables calas e islotes que adornan este acuatorio. Para ellos, esta navegación representa más que un simple transporte; es un ritual que marca el comienzo de unas verdaderas vacaciones, un escape de la ajetreada vida cotidiana y una reconexión con la naturaleza en su forma más pura.
Una tradición de hospitalidad de cuatro generaciones
La historia del turismo en la familia Stanić se remonta a lo más profundo del pasado, y sus cimientos fueron establecidos por Marica Stanić, una visionaria que reconoció el potencial del alojamiento familiar en una época en que el turismo en la isla apenas comenzaba a despegar. Su pasión y dedicación fueron heredadas por su hija Marina, quien, junto con su esposo Fioro Saganić, continuó construyendo una reputación de anfitriones cálidos y cordiales. La antorcha familiar fue luego asumida por su hija Ondina Saganić-Stanić, quien conserva con orgullo el legado de su abuela y sus padres. Hoy, la cuarta generación, el hijo de Ondina, Damjan, también participa activamente en el negocio familiar, continuando así el círculo de tradición y hospitalidad con un fervor inquebrantable. Fiore, Ondina y Damjan señalan con orgullo que la historia de la familia Bartl, aunque es la más larga, es solo una de las muchas historias de huéspedes que regresan fielmente, confirmando que la clave del éxito en el turismo es precisamente ese enfoque humano y personal.
Ondina recuerda con nostalgia los comienzos de esta amistad única: "Desde la época en que mi nonna Marica dirigía el negocio, sus tres hijas, Manuela, Tanja y Jutta, literalmente crecieron conmigo aquí en Ustrine. Nuestras infancias están entrelazadas con veranos, juegos y recuerdos compartidos. Durante los últimos veinte años, han venido con sus propias familias e hijos, por lo que ahora somos testigos de la tercera generación de la familia Bartl que veranea con nosotros".
De cartas escritas a mano a la era digital
En el mundo actual de reservas instantáneas y plataformas en línea, es difícil imaginar cómo era el turismo hace medio siglo. "Entonces no había ni teléfonos, y mucho menos internet. La comunicación se realizaba por carta. Recibíamos una carta en diciembre con un simple mensaje: '¡Llegamos en agosto!', y esa era una reserva en firme, basada en la confianza", explica Ondina. Fue precisamente esta forma de comunicación lenta pero personal la que sentó las bases de los profundos lazos que perduran hasta hoy.
Un lugar especial en los recuerdos de la familia Bartl lo ocupa la bisabuela de Ondina, Marica Stanić. "Recordamos cómo la señora Marica se levantaba cada mañana a las cuatro en punto solo para hornearnos pan en el antiguo horno de pan. Ese olor y sabor a pan casero y caliente es algo que nunca olvidaremos. Era una hospitalidad que sale del corazón", relatan Johannes y Annelore con emoción. Este pequeño pero significativo gesto se convirtió en un símbolo del cuidado y el calor que los unió para siempre a esta familia y a este lugar.
El aire de la isla como medicina y refugio
Además de las bellezas naturales y la amistad, existe otra razón sumamente importante para su lealtad a Lošinj. Su hija mayor, Manuela, tuvo graves problemas respiratorios en su infancia, y venir a la isla fue una recomendación médica. "Su estado de salud era muy crítico, y la estancia en Lošinj resultó ser una verdadera medicina. Después de solo un mes en este aire, junto al mar, su estado mejoraba significativamente", testifican los padres. Esta historia es un auténtico ejemplo del turismo de salud y rehabilitación por el que Lošinj es conocido desde el siglo XIX, cuando fue declarado oficialmente balneario climático.
La cura anual de aire isleño, rico en aerosol marino y aceites esenciales de plantas mediterráneas, combinada con el mar y la miel de salvia (kuša) local, se convirtió en su receta para la salud. Gracias a la benéfica influencia del clima de Lošinj, Manuela hoy, como mujer adulta, no tiene mayores problemas de salud. Esta es una prueba viviente del poder curativo de la isla, que ofrece mucho más que unas simples vacaciones.
Rituales que significan vida
Durante sus estancias, la familia Bartl vive en perfecta sintonía con el ritmo de la isla. Aunque Ustrine es su base, su espíritu es inquieto y explorador. "Antes, cuando éramos más jóvenes, nos levantábamos cada mañana a las seis para dar un largo paseo, y después íbamos directamente al barco. Incluso hoy en día navegamos a diario y visitamos las islas del acuatorio de Cres-Lošinj, pero también nos gusta aventurarnos más lejos, hasta Premuda, Rab o Dugi otok", cuentan Johannes y Annelore. Las visitas frecuentes a lugares como Martinšćica, Nerezine y la histórica Osor forman parte de sus rituales veraniegos. Para ellos, la belleza de este archipiélago reside precisamente en esa diversidad, desde playas solitarias accesibles solo por mar hasta pintorescos pueblos llenos de historia.
También es interesante su visión de la tecnología moderna. Mientras que para los miembros más jóvenes de la familia la falta ocasional de una conexión a internet estable en la remota Ustrine representa un desafío, para Johannes y Annelore es una ventaja clave. "Precisamente ese aislamiento y la posibilidad de desconectar por completo del mundo digital es para nosotros la definición de unas verdaderas vacaciones", señalan, destacando el valor de la paz y la sencillez que han encontrado aquí.
Reconocimiento por medio siglo de lealtad
Este gran y raro jubileo no pasó desapercibido. En agradecimiento por medio siglo de lealtad, el director de la Oficina de Turismo de la Ciudad de Mali Lošinj, Dalibor Cvitković, visitó personalmente a la familia Bartl. En esa ocasión, les entregó un regalo especial de la línea de productos locales de Lošinj: un cuenco único de madera de olivo, obra del artesano local de barcos tradicionales Gulam, como símbolo de longevidad, paz y espíritu mediterráneo. La sorpresa se completó con un pastel y un dulce tradicional de Lošinj: el krokant, un postre crujiente de almendras que se prepara tradicionalmente para las ocasiones más festivas, con lo que esta celebración recibió también un dulce sello del patrimonio local.
Esta emotiva historia sobre la familia Bartl y sus anfitriones no es solo un registro de una larga relación turística. Es la confirmación de que Lošinj no es solo un destino, sino un lugar que crea recuerdos, sana el alma y el cuerpo, y construye amistades que duran toda la vida. Es la prueba de que, a pesar de todos los cambios en el mundo, algunos valores —como la hospitalidad sincera y el amor por la naturaleza— nunca cambian y siguen siendo la base de historias que se contarán a las generaciones futuras.
Hora de creación: 5 horas antes