En la sala de control de operaciones del Centro Europeo de Operaciones Espaciales en Darmstadt, pocos minutos después de la separación nominal de la nave espacial del vehículo de lanzamiento, se escuchó un siseo en los auriculares. En lugar de las tramas de telemetría esperadas, llegaba una señal intermitente con rastros de saturación del receptor. El escenario era ficticio, pero las consecuencias eran realistas hasta el último detalle: una tormenta solar extrema que en un minuto colapsa la navegación, ahoga las comunicaciones y confunde los instrumentos del satélite. Son precisamente estas situaciones las que los operadores de la misión Sentinel-1D han estado ensayando en las últimas semanas, preparándose para todo lo que les pueda esperar en la primera hora, el primer día y las primeras semanas en órbita.
¿Por qué crear “pesadillas”? Del ejercicio de laboratorio a la resiliencia operativa
Antes de cada lanzamiento, los equipos de operaciones pasan por una rigurosa fase de simulación que reproduce las primeras horas y días del satélite en órbita y prepara al centro de control para anomalías. En este proceso, las experiencias más valiosas son las de misiones anteriores, pero también el ensayo de escenarios que rara vez ocurren y para los que no existen procedimientos “preparados”. Desde mediados de septiembre de 2025, se lleva a cabo en el ESOC una campaña de simulación ampliada para Sentinel-1D: a través de una serie de fallos realistas, enlaces de comunicación deliberadamente degradados y señales de navegación “perdidas”, se ponen a prueba los límites de los procedimientos, la resistencia de la tripulación y la capacidad de tomar decisiones a tiempo. La idea es sencilla: pasar por el peor de los casos en condiciones controladas para que en el vuelo real todo parezca más fácil.
Inspiración de la historia: tras las huellas del evento de Carrington
La historia ofrece una comparación que aún hoy inspira asombro. A principios de septiembre de 1859, el mundo fue golpeado por una tormenta geomagnética excepcionalmente fuerte, más tarde llamada el evento de Carrington. Las líneas telegráficas echaban chispas y se vieron auroras polares muy al sur, mucho más al sur de las latitudes habituales. En una época en que los cables del telégrafo eran los “nervios” del mundo moderno, fue una demostración suficiente de la fragilidad de la infraestructura. Hoy, 166 años después, la dependencia de la infraestructura espacial —desde la navegación por satélite hasta los sistemas de energía eléctrica geográficamente dispersos— es incomparablemente mayor. Por eso, los instructores de simulación para Sentinel-1D recurren precisamente a eso: para practicar el procedimiento para un evento que quizás no ocurra mañana, pero que, estadísticamente, volverá a ocurrir algún día.
Tres olas de una tormenta: cómo un evento extremo rompe la rutina
La “perfecta” tormenta solar modelada se estructura en tres fases separadas que siguen la física de las erupciones solares y su eco en la ionosfera y la magnetosfera de la Tierra. En cada una de estas fases, el énfasis se pone en un tipo diferente de riesgo y una forma diferente de reaccionar. El objetivo era obligar al equipo, incluso sin una sólida confianza en los sistemas de navegación global, con telemetría intermitente y posibles fallos en la electrónica, a tomar decisiones que mantuvieran el satélite seguro, estable y en órbita.
1) El golpe rápido: la luz llega primero
En la primera fase llega una potente llamarada solar. La onda electromagnética —desde los rayos X hasta la radiación ultravioleta— remodela la ionosfera de forma casi instantánea, llegando a la Tierra en unos ocho minutos. En la sala de control, esto significa: interferencias en los sistemas de radar y comunicación, distorsión de los mensajes, caída de la calidad de la telemetría y adquisición de parámetros de vuelo retrasada o dificultada. El procedimiento es, por tanto, claro y medido: calmar el ritmo, confirmar el estado de los subsistemas críticos, comprobar la configuración del modo seguro, reducir temporalmente la carga de los instrumentos y prepararse para la siguiente ola. Es crucial reconocer qué es una anomalía real y qué es una consecuencia de un medio ionosférico “saturado”.
2) El chaparrón de partículas: la electrónica bajo fuego
De diez a veinte minutos después del destello, surge un nuevo problema: las partículas de alta energía. Los protones, electrones y partículas alfa tardan un poco más, pero cuando llegan, golpean partes sensibles de la electrónica y causan los llamados trastornos por evento único (single-event upsets): inversiones aleatorias de bits en la memoria, fallos de software y daños ocasionales, a veces permanentes. En esta fase de la simulación, el equipo sigue un estricto protocolo: limita la carga de las baterías y los circuitos térmicos, apaga selectivamente los consumidores no esenciales, cambia a líneas redundantes y realiza un “barrido” de la memoria para minimizar el riesgo de errores acumulativos. El énfasis está en un ritmo tranquilo y una documentación precisa: cada decisión, cada cambio de configuración y cada reinicio inesperado se registran para poder extraer lecciones más tarde y mejorar los procedimientos.
3) La ronda lenta pero más dura: la eyección de masa coronal y la tormenta geomagnética
Después de varias horas —a menudo hasta quince— llega la fase más desafiante: una masiva eyección de masa coronal (CME). Se trata de una nube de plasma caliente con un campo magnético “congelado” que choca con la magnetosfera y provoca una tormenta geomagnética. En tierra, esto significa posibles fenómenos aurorales lejos de las regiones polares y corrientes adicionales inducidas en las líneas eléctricas y tuberías. En órbita, sin embargo, la atmósfera a altitudes típicas de la órbita terrestre baja se “hincha”, lo que aumenta la resistencia aerodinámica y acelera la caída de la trayectoria. En estas condiciones, también aumentan los riesgos de encuentros cercanos con otros objetos: los datos sobre la posición de los satélites y los desechos son temporalmente menos fiables, y las estimaciones de probabilidad de colisión cambian más rápidamente. La habilidad clave es distinguir cuándo una maniobra de evitación es necesaria y útil, y cuándo puede aumentar inadvertidamente el riesgo con otro objeto en las proximidades.
Cómo es un día en el control de vuelo cuando la navegación enmudece
Si las señales del GNSS se debilitan temporalmente o se vuelven poco fiables, aumenta el error en las soluciones orbitales. Los seguidores de estrellas (star-trackers) ocasionalmente se “ciegan” porque los detectores registran ráfagas de partículas cargadas en lugar de estrellas. La nave espacial cambia entonces a referencias alternativas para la orientación, y el programa de consumo se controla estrictamente para evitar ciclos profundos de carga y descarga de las baterías. Los enlaces de comunicación con las estaciones polares pueden debilitarse o cerrarse por completo, por lo que la telemetría se adquiere en ventanas de visibilidad que ya no son tan fiables como de costumbre. El equipo en segundo plano recalcula constantemente: cuánto combustible se necesita para contrarrestar el “arrastre” de la atmósfera, qué instrumentos son más sensibles en las condiciones dadas, qué acciones planificadas deben posponerse y cuándo es seguro reactivarlas.
El equipo más amplio y la visión general: la sala de seguridad espacial y los procedimientos comunes
Este ciclo de ejercicios ha activado por completo la estructura especializada encargada de coordinar las respuestas a las amenazas del espacio. En el edificio de control en Darmstadt, en una sala, se han reunido expertos en meteorología espacial, tráfico orbital y basura espacial, así como los responsables de otras misiones europeas en órbita. El propósito es claro: en el momento en que ocurre algo extremo, todos miran el mismo conjunto de datos, utilizan umbrales armonizados para emitir advertencias y hablan un lenguaje operativo común. Este enfoque reduce el número de “falsas alarmas”, acorta el tiempo de toma de decisiones y permite dirigir los recursos hacia donde más se necesitan, ya sea para cambiar el programa de captación de imágenes, asegurar ventanas de comunicación adicionales o preparar maniobras de evitación.
Por qué Sentinel-1D es importante tanto para la ciencia como para la economía
Sentinel-1D es parte de la constelación de radares europea que día tras día proporciona imágenes de la tierra y el mar, independientemente de las nubes y la iluminación. Estas imágenes se utilizan para la vigilancia del mar y el hielo, el seguimiento de deslizamientos de tierra y hundimientos del terreno, el control del tráfico marítimo, la planificación de infraestructuras y para intervenciones de emergencia después de terremotos o inundaciones. La continuidad es clave aquí: si la serie de datos se interrumpe, se dificulta la comparación en el tiempo y se reduce la precisión de las estimaciones. Por eso, el escenario de simulación para Sentinel-1D está estrictamente establecido: el objetivo es construir resiliencia, no cumplir con una formalidad. Los instrumentos de radar, como la tecnología de radar de apertura sintética (SAR), tienen un valor adicional en situaciones de crisis porque pueden observar incluso cuando está nublado y de noche; su protección durante eventos extremos es, por lo tanto, una prioridad.
Lecciones históricas: del telégrafo a la economía satelital global
Los casos pasados ilustran bien la magnitud del riesgo. En el siglo XIX, cuando la única infraestructura extendida era la red telegráfica, una fuerte tormenta fue suficiente para provocar chispas en los cables, corriente “fantasma” e interrupciones del servicio. En nuestro siglo, se han registrado tormentas que han degradado temporalmente la navegación, dificultado las comunicaciones por radio en las rutas transpolar es y causado problemas en satélites individuales. La diferencia es que hoy en día, casi todas las ramas de la economía —desde las finanzas, pasando por la logística hasta la agricultura— comienzan y terminan con un dato que se genera o se sincroniza en el espacio. Cada minuto de resiliencia adicional significa menos interrupciones, menos costes y una recuperación más rápida.
Pronóstico del tiempo espacial: una vista desde el lado y una red de sensores
Otra lección importante es que no todas las eyecciones de masa coronal son iguales. La orientación del campo magnético y la velocidad del plasma son cruciales; solo ciertas combinaciones conducen a fuertes tormentas geomagnéticas en la Tierra. Para mejorar el pronóstico y el aviso temprano, Europa está desarrollando un enfoque doble. El primero es la construcción de un sistema distribuido de sensores que desde múltiples puntos monitorizan el entorno eléctrico y magnético alrededor de la Tierra y cerca de los puntos de Lagrange. El segundo es la planificación de una misión que observará el Sol desde una posición “lateral”, desde el punto de Lagrange L5, lo que permite una visión de las regiones activas varios días antes de que se “giren” hacia la Tierra. Este horizonte de advertencia adicional puede ser la diferencia entre una maniobra cuidadosamente preparada y una improvisación bajo presión.
Del escenario a la práctica: qué cambia concretamente después del ejercicio
Los ejercicios de este tipo no terminan con un informe que acumula polvo. Los resultados se traducen en cambios: se actualizan los procedimientos para entrar y salir del modo seguro, se perfeccionan los algoritmos para el cambio autónomo a líneas redundantes, se calibran los cálculos de consumo de combustible basándose en estimaciones más conservadoras de la resistencia y la densidad atmosférica. Al mismo tiempo, los modelos para la evaluación del riesgo de colisión se adaptan a regímenes en los que los datos de entrada son menos fiables. Entonces se requiere de los operadores más experiencia profesional y “memoria muscular”: la capacidad de interpretar correctamente los cambios en las probabilidades y de elegir una maniobra que reduzca el riesgo total, y no solo el más visible.
Comunicación con el público: lo que la gente ve y lo que queda en segundo plano
El público en general suele notar las auroras en lugares inusuales en el cielo y alguna que otra interrupción de la señal. Pero entre bastidores se desarrolla un maratón de coordinación. Los centros de control acuerdan la superposición de ventanas de visibilidad, determinan los paquetes prioritarios de telemetría, intercambian “briefings” de expertos con la comunidad de meteorología espacial y, si es necesario, cambian los planes de captación de imágenes para proteger los instrumentos. Cada hora así enseña al equipo a filtrar más rápidamente el ruido de la señal, cuándo insistir en esperar una mejor recepción y cuándo cambiar el satélite a un estado más simple y seguro. En esto reside quizás el mayor valor de las simulaciones: practicar la cabeza fría cuando es más fácil que suba la temperatura.
Lo que queda después del 16 de octubre de 2025: una rutina ensayada para un espacio incierto
Mientras Europa se prepara para nuevos lanzamientos a finales de año, las simulaciones actuales sirven como un ensayo general para lo impredecible. El ciclo solar se encuentra en un período de actividad elevada, por lo que las “pruebas de estrés” también se vuelven más ambiciosas. Paralelamente, se desarrollan herramientas que permiten una evaluación del riesgo más temprana y precisa, y los procedimientos operativos se vuelven más complejos, pero también más robustos. En esta combinación de tecnología, experiencia y práctica, Sentinel-1D ocupa un lugar importante: como una plataforma que debe estar preparada para todo, desde la pérdida de navegación y seguidores de estrellas cegados hasta interrupciones temporales en la comunicación y una mayor resistencia orbital. Si existe un “secreto” para el éxito, es simple: ensayar escenarios difíciles el tiempo suficiente para que se conviertan en rutina, y luego adaptar la rutina a los nuevos conocimientos sobre el Sol y el entorno espacial.
Hora de creación: 5 horas antes