En este día, 5 de septiembre, se cumplen exactamente 48 años del momento histórico en que la sonda espacial de la NASA Voyager 1 comenzó su épico viaje desde Cabo Cañaveral en Florida. Lanzada en 1977, esta nave espacial, junto con su gemela Voyager 2, tenía la misión principal de explorar los gigantes gaseosos de nuestro sistema, Júpiter y Saturno. Casi medio siglo después, ambas sondas no solo han superado todas las expectativas, sino que siguen explorando activamente, ahora en las lejanas e inexploradas extensiones del espacio interestelar, enviando datos invaluables a la Tierra. Con motivo de este significativo aniversario, el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA publicó una grabación de archivo de una conferencia de prensa celebrada el 6 de junio de 1990. Este evento marcó la conclusión formal de las exploraciones planetarias de la misión y presentó al mundo una de las imágenes más famosas de la historia de la astronomía: el "Retrato de Familia del Sistema Solar".
Retrato del Sistema Solar: Una vista desde la lejanía cósmica
La mencionada conferencia de prensa fue un momento para recordar. Los principales científicos de la misión, liderados por el científico del proyecto de larga data Ed Stone, presentaron al público un mosaico compuesto por 60 imágenes individuales que la Voyager 1 capturó el 14 de febrero de 1990. En ese momento, la sonda se encontraba a una increíble distancia de unos 6 mil millones de kilómetros del Sol, mucho más allá de la órbita del entonces planeta conocido más lejano, Neptuno. Desde este punto de vista único, la Voyager 1 giró sus cámaras hacia el interior del sistema y capturó una serie de fotografías que luego se unieron en una vista panorámica. Este "Retrato de Familia" muestra seis de los ocho planetas del Sistema Solar: Neptuno, Urano, Saturno, Júpiter, la Tierra y Venus. Cada uno de estos mundos aparece en la fotografía como un diminuto punto de luz, no más grande que un solo píxel, disperso en la vasta oscuridad del espacio.
Mercurio estaba demasiado cerca del Sol para ser fotografiado sin dañar las cámaras, mientras que Marte estaba oculto por la luz solar dispersa. Plutón, que en ese entonces todavía tenía el estatus de planeta, era demasiado pequeño y oscuro para ser detectado. Pero fue precisamente esta perspectiva, que reduce nuestro mundo y los planetas vecinos a meros puntos de luz, la que proporcionó una poderosa lección sobre nuestro lugar en el universo.
Un pálido punto azul: Nuestro hogar como una mota de polvo
Entre esos diminutos puntos, uno tenía un significado especial. En la conferencia, Carl Sagan, miembro del equipo científico de la Voyager y célebre científico y comunicador, presentó la imagen de la Tierra, captada en un rayo de luz solar dispersa. La llamó "Un pálido punto azul" (Pale Blue Dot) y compartió algunas frases que más tarde se convertirían en la base de su famoso ensayo sobre esa imagen, un ensayo que reflexiona profundamente sobre la fragilidad y la singularidad de nuestro planeta.
"Aquí vivimos, en un punto azul", dijo Sagan. "Este es el lugar donde todos los que conoces, todos de los que has oído hablar y cada ser humano que ha existido vivieron sus vidas. Es un escenario muy pequeño en una vasta arena cósmica. Y de nuevo, hablando solo por mí mismo, creo que esta perspectiva subraya nuestra responsabilidad de preservar y apreciar ese pálido punto azul, el único hogar que tenemos". Esas palabras resonaron en todo el mundo y transformaron una fotografía técnica en una obra profundamente filosófica y estimulante, un símbolo de la vulnerabilidad humana y la necesidad de cooperación mutua y de preservación de nuestro único hogar.
La idea de capturar este retrato provino del propio Sagan, quien insistió durante años en que las cámaras de la Voyager, antes de ser apagadas para siempre para ahorrar energía para el largo viaje interestelar, se giraran una última vez hacia casa. Después de que se tomaron estas imágenes históricas, las cámaras de la Voyager 1 se desactivaron para conservar la preciosa energía para los instrumentos que medirían las características del espacio interestelar.
El Gran Tour: Descubrimientos que cambiaron la ciencia
Aunque la Voyager 1 se lanzó dos semanas después de su gemela, la Voyager 2, ambas sondas realizaron un espectacular "Gran Tour" por el exterior del Sistema Solar. Su misión principal incluía sobrevuelos cercanos a Júpiter y Saturno, así como a algunas de sus lunas más grandes. Aunque no fueron las primeras naves espaciales en visitar estos gigantes gaseosos, los descubrimientos que lograron fueron revolucionarios. La Voyager 1 descubrió actividad volcánica en la luna de Júpiter, Ío, la primera actividad de este tipo observada fuera de la Tierra, y confirmó la existencia de un delgado anillo alrededor del propio Júpiter. En Saturno, las sondas proporcionaron imágenes increíblemente detalladas de sus anillos, revelando estructuras complejas como trenzas, ondas y nuevas lunas más pequeñas que actúan como "pastoras" de los anillos.
La Voyager 2 continuó su viaje, aprovechando una rara alineación planetaria que ocurre una vez cada 176 años, y en 1986 sobrevoló Urano, y en 1989, Neptuno. Esta misión extendida aportó conocimientos cruciales sobre los gigantes de hielo. Hasta el día de hoy, la Voyager 2 sigue siendo la única sonda espacial que ha visitado Urano y Neptuno. Descubrió nuevas lunas y anillos alrededor de ambos planetas, midió sus inusuales campos magnéticos y registró fuertes vientos en Neptuno, los más rápidos del Sistema Solar. En la mencionada conferencia de 1990, Ed Stone presentó brevemente estos y muchos otros descubrimientos, pero también dirigió la mirada hacia el futuro, hacia la misión interestelar que ya había comenzado.
Misión Interestelar: En busca del límite
El objetivo principal de la nueva fase de la misión, llamada Voyager Interstellar Mission (VIM), era encontrar el límite de la heliosfera. La heliosfera es una vasta "burbuja" que el Sol crea con su viento solar, es decir, una corriente de partículas cargadas y campos magnéticos. Esta burbuja protege nuestro Sistema Solar de la mayoría de los rayos cósmicos de alta energía que provienen del espacio interestelar. En ese momento, la distancia a este límite, conocido como heliopausa, era una completa incógnita y no podía ser detectada con telescopios desde la Tierra.
"El espacio entre las estrellas, el espacio interestelar, está lleno de un gas muy diluido que llamamos medio interestelar, y cada estrella sopla una burbuja en ese gas", explicó Stone en la conferencia. "No sabemos cuán grande es la burbuja del Sol... El límite de esta burbuja podría estar 100 veces más lejos que la distancia de la Tierra al Sol. ¡Nadie lo sabe!"
Resultó que la estimación de Stone fue bastante precisa, aunque la heliosfera era aún más grande. En el momento en que comenzó la misión interestelar, la Voyager 1 se encontraba a una distancia de unas 40 unidades astronómicas (UA), mientras que la Voyager 2 estaba a 31 UA (una UA es la distancia promedio de la Tierra al Sol). El largo viaje valió la pena. La Voyager 1 finalmente salió de la heliosfera y entró en el espacio interestelar en agosto de 2012, a una distancia de unas 122 UA, es decir, 18 mil millones de kilómetros del Sol. La Voyager 2, viajando más lentamente y en una dirección diferente, cruzó el mismo límite en noviembre de 2018 a una distancia de unas 119 UA. Las sondas también descubrieron que la heliosfera bloquea aproximadamente dos tercios de los rayos cósmicos presentes en el espacio interestelar cercano, confirmando su crucial papel protector.
Las Voyager hoy: Mensajeras de la humanidad en la oscuridad eterna
Hoy, la Voyager 1 y 2 se encuentran a distancias de aproximadamente 25 mil millones y 21 mil millones de kilómetros de la Tierra, respectivamente, y continúan alejándose a una velocidad de más de 15 kilómetros por segundo. Son los objetos más lejanos jamás creados por la humanidad. Aunque su energía, que obtienen de generadores termoeléctricos de radioisótopos, se debilita lentamente, los científicos esperan que al menos algunos de sus instrumentos continúen funcionando hasta aproximadamente 2025 o incluso más. Estos incansables exploradores continúan enviando datos sobre campos magnéticos, rayos cósmicos y plasma en el medio inexplorado entre las estrellas. Cada señal que envían viaja más de 22 horas para llegar a las antenas de la Red del Espacio Profundo de la NASA en la Tierra. Son nuestros primeros verdaderos mensajeros en la galaxia, llevando consigo el "Disco de Oro", un mensaje en una botella arrojado al océano cósmico, que contiene sonidos e imágenes de la Tierra, destinado a cualquier civilización extraterrestre que pudiera encontrarlo en un futuro lejano, muy lejano.
Hora de creación: 13 horas antes