Científicos de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) publicaron recientemente los resultados de un estudio piloto que abre nuevas puertas en la comprensión y el tratamiento potencial de la enfermedad de Parkinson. La investigación se centró en la psilocibina, un compuesto psicoactivo presente en ciertos tipos de hongos conocidos como 'hongos mágicos', examinando su seguridad y posibles efectos terapéuticos en pacientes que padecen esta compleja enfermedad neurodegenerativa.
La enfermedad de Parkinson, un trastorno progresivo que afecta principalmente al sistema nervioso, se manifiesta a través de un amplio espectro de síntomas, siendo los más reconocibles los problemas motores como temblores, rigidez muscular, lentitud de movimientos y dificultades de equilibrio. Se estima que solo en los Estados Unidos, alrededor de un millón de personas viven con este diagnóstico, mientras que las cifras globales ascienden hasta los 10 millones. La causa de la enfermedad radica en la muerte gradual de neuronas en una parte específica del cerebro (sustancia negra) responsables de producir dopamina, un neurotransmisor clave para el control del movimiento.
Sin embargo, la enfermedad de Parkinson no es exclusivamente una enfermedad del movimiento. A menudo se acompaña de numerosos síntomas no motores que afectan significativamente la calidad de vida de los afectados. Entre ellos destacan especialmente los trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad, que afectan a un porcentaje significativo de pacientes, a veces hasta el 50%. Curiosamente, estos síntomas pueden aparecer años antes de que los problemas motores se hagan evidentes. Además, los pacientes también pueden enfrentarse a dificultades cognitivas, problemas de sueño, fatiga y pérdida del olfato.
Desafíos en el tratamiento y la búsqueda de nuevos enfoques
Las terapias actualmente disponibles para la enfermedad de Parkinson, como el fármaco levodopa que compensa la falta de dopamina, se dirigen principalmente a aliviar los síntomas motores. Aunque pueden ser muy eficaces en las primeras etapas de la enfermedad, con el tiempo su efectividad puede disminuir y pueden aparecer efectos secundarios como movimientos incontrolados (discinesia). Más importante aún, los medicamentos existentes no detienen ni ralentizan el proceso subyacente de neurodegeneración: la muerte de las células cerebrales.
Un desafío particular lo representa el tratamiento de los síntomas no motores, especialmente la depresión y la ansiedad. Los antidepresivos estándar a menudo no muestran una eficacia satisfactoria en pacientes con enfermedad de Parkinson, lo que sugiere que los cambios de humor podrían ser una parte intrínseca del propio proceso neurodegenerativo, y no solo una reacción psicológica a la enfermedad. Existe una preocupante conexión entre el bajo estado de ánimo y un deterioro físico más rápido en estos pacientes, lo que convierte a los trastornos del estado de ánimo en un predictor más fuerte de la calidad de vida que los propios síntomas motores.
En este contexto, los investigadores buscan constantemente nuevas estrategias terapéuticas que puedan dirigirse no solo a los síntomas, sino también a los posibles mecanismos causales de la enfermedad, incluida la neuroinflamación y la reducción de la neuroplasticidad (la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse). Es precisamente aquí donde la psilocibina ha entrado en escena como candidato potencial.
El estudio piloto de la UCSF: Seguridad y resultados inesperados
Dada la investigación previa que indicaba el potencial de la psilocibina en el tratamiento de la depresión y la ansiedad en otras poblaciones, el equipo de la UCSF, reunido en el marco del Programa de Investigación Psiquedélica Traslacional (TrPR), decidió investigar su aplicación en la enfermedad de Parkinson. El objetivo principal del estudio piloto inicial fue evaluar la seguridad y la tolerabilidad de la psilocibina en este grupo específico de pacientes, ya que se trataba del primer ensayo de este tipo con un psicodélico en personas con cualquier enfermedad neurodegenerativa.
Doce pacientes (siete hombres y cinco mujeres) con enfermedad de Parkinson de leve a moderada participaron en el estudio. El protocolo incluyó la administración de una dosis relativamente baja de psilocibina (10 mg) y, dos semanas después, una dosis más alta (25 mg). Una parte clave del protocolo fue también el apoyo psicoterapéutico: los pacientes participaron en un total de ocho sesiones de psicoterapia, antes y después de recibir la psilocibina. Durante y después de la intervención, los investigadores monitorizaron cuidadosamente cualquier efecto secundario y evaluaron los cambios en el estado de ánimo, las funciones cognitivas y las habilidades motoras.
Los resultados, publicados en la revista *Neuropsychopharmacology*, superaron las expectativas iniciales centradas principalmente en la seguridad. Aunque casi todos los participantes experimentaron algunos efectos secundarios transitorios durante la acción de la psilocibina, como ansiedad, náuseas o presión arterial elevada, no fueron de naturaleza grave y no requirieron intervención médica. Lo más importante es que no se registró un empeoramiento de los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson.
Lo que sorprendió a los investigadores fueron los significativos efectos positivos. Los participantes mostraron mejoras clínicamente relevantes en el estado de ánimo, las funciones cognitivas y, inesperadamente, también en los síntomas motores. Estas mejoras fueron visibles ya una semana después de la administración de psilocibina y se mantuvieron un mes después. Es particularmente intrigante que las mejoras del estado de ánimo permanecieron estadísticamente significativas incluso tres meses después de la intervención, mucho después de que el propio compuesto hubiera sido eliminado del organismo.
Posibles explicaciones y direcciones futuras
Los científicos están considerando varias hipótesis que podrían explicar estos hallazgos prometedores, aunque preliminares. Una posibilidad es que el efecto primario de la psilocibina en la mejora del estado de ánimo condujera indirectamente a mejoras en las funciones cognitivas y motoras. Cuando los pacientes se sienten mejor, están más motivados para socializar y realizar actividad física, que son elementos clave de la terapia de apoyo para la enfermedad de Parkinson.
Otra teoría, más intrigante, sugiere que la psilocibina podría tener efectos beneficiosos más directos y múltiples en el cerebro afectado por la enfermedad de Parkinson. Hay indicios de que la psilocibina, al actuar principalmente sobre los receptores de serotonina (especialmente 5-HT2A), puede influir en los procesos de neuroinflamación (inflamación en el sistema nervioso) y promover la neuroplasticidad. Se cree que la reducción de la inflamación y la estimulación del crecimiento de nuevas conexiones neuronales podrían ayudar a restaurar los circuitos cerebrales implicados no solo en la regulación del estado de ánimo, sino también en los procesos cognitivos y el control motor. Algunas investigaciones sugieren que los psicodélicos pueden 'resetear' temporalmente patrones cerebrales rígidos asociados con la depresión y otras afecciones, permitiendo la formación de conexiones más flexibles y saludables.
Estos resultados abren un capítulo completamente nuevo en la investigación de terapias para enfermedades neurodegenerativas. "Todavía estamos en las primeras etapas de este trabajo, pero este primer estudio fue mucho más allá de lo que esperábamos", declaró la Dra. Ellen Bradley, primera autora del estudio y profesora asistente en la UCSF.
Ampliación de la investigación: Un estudio más grande en el horizonte
Alentados por los resultados del estudio piloto, los investigadores de la UCSF han puesto en marcha un ensayo controlado aleatorizado (ECA) significativamente más grande. Este nuevo ensayo clínico incluirá un número mayor y más diverso de pacientes (el objetivo es de 100 participantes) y utilizará técnicas avanzadas para investigar más a fondo los mecanismos de acción de la psilocibina. Se planea la aplicación de estimulación cerebral no invasiva, métodos de neuroimagen (como fMRI y escáneres PET) y otras herramientas para monitorizar el impacto de la psilocibina en los procesos inflamatorios y la neuroplasticidad en los cerebros de los pacientes.
El estudio se llevará a cabo en dos ubicaciones: junto a la UCSF, también participa la Universidad de Yale. La financiación para esta investigación más extensa ha sido asegurada por el mismo donante anónimo que apoyó el estudio piloto, así como por la Fundación Michael J. Fox para la Investigación del Parkinson, la principal organización mundial dedicada a encontrar una cura para esta enfermedad.
"La gran mayoría de las enfermedades cerebrales todavía carecen de intervenciones que modifiquen el curso de la enfermedad", enfatizó el Dr. Joshua Woolley, autor principal del estudio y director del programa TrPR en la UCSF. "A menudo podemos tratar los síntomas, pero no cambiamos la trayectoria ni prevenimos el deterioro. Ahora eso está empezando a cambiar. Estos resultados plantean la emocionante posibilidad de que la psilocibina pueda ayudar al cerebro a repararse a sí mismo".
Si bien se necesita más precaución y una rigurosa verificación científica a través de estudios más amplios, estos hallazgos iniciales despiertan la esperanza de que la terapia psicodélica, junto con un apoyo psicoterapéutico adecuado, pueda convertirse algún día en una herramienta valiosa en la lucha contra los complejos desafíos que plantea la enfermedad de Parkinson, mejorando potencialmente no solo el estado de ánimo, sino también las funciones cognitivas y motoras de los afectados.
Fuente: Universidad de California
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